La narración es en nombre del padre.
Cerca de Moscú, un padre, una madre, Marusya y su hija, Svetlana, de seis años, alquilan una casa de verano. Padre e hija sueñan con nadar, pescar, recoger bayas, pero Marusya primero les hace limpiar la cabaña.
Cuando todo está hecho, su viejo amigo, un piloto polar, viene a visitar a Marusa. Maroussia pasa todo el día con él y luego lo acompaña a la estación. Padre y Svetlana cuelgan en el techo un molinete improvisado de papel de colores. Al regresar Maroussia no está contenta de que Svetlana todavía no esté durmiendo y esté sentada en el techo. A pesar de los regalos traídos por la madre, el padre y la hija se van a la cama ofendidos.
Por la mañana, Maroussia acusa a su esposo e hija de romper su taza azul. Maroussia se va a la ciudad, y padre y Svetlana deciden ir a donde quieran.
En el camino, se encuentran con el vecino Sanka. Sanka se queja de que el pionero Pashka quiere vencerlo. Svetlana promete protección de Sanka. Pronto, los viajeros se encuentran con Pasha, quien llama a Sanka fascista. De Alemania, huyendo de los nazis, llegó un trabajador judío con su hija. Pashka defendió a la niña, que Sanka insultó. El padre indignado y Svetlana son apoyados por un vigilante de la granja colectiva: no hay fascistas bajo el régimen soviético. Sanka se arrepiente.
El vigilante aconseja a su padre y a Svetlana que vayan al lago, donde hay un bosque de pinos, donde viven su hija Valentina y su nieto Fedor.
En el camino, los viajeros regalan flores a una abuela, que las trata con pepinos y se baña en el río. Finalmente, llegan a la casa de Valentina, donde son cordialmente invitados a relajarse en el jardín bajo un manzano.
El padre le cuenta a Svetlana cómo conocieron a Marusya. Durante la Guerra Civil, su padre salvó a Marusya de los blancos, y él, el herido, se hizo cargo de Marusya. Desde entonces, no se han separado. El padre está preocupado: de repente Marusya ya no lo ama, pero Svetlana le tranquiliza a su padre. Por la noche, notó con qué amor lo miraba Maroussia.
Valentina encuentra un carrito para que los viajeros puedan llegar a la casa, y Fedor se despide de Svetlana con un gatito.
En casa se encuentran con la risa Maroussia, que logró subir al techo y enderezar el plato giratorio.
Por la noche, una familia feliz se sienta en una mesa durante mucho tiempo. Se cuentan lo que vieron en un día. Y la copa azul, muy probablemente, fue aplastada por ratones.